El uso de quimioesterilizantes para controlar las poblaciones de palomas en entornos urbanos es una práctica que se está introduciendo en nuestras ciudades, generando polémica en el sector del control de plagas, en cuanto a su seguridad y efectividad. Se cuestiona, además, la sobrepoblación de palomas, es un problema de salud pública y ambiental en muchos pueblos y ciudades por diferentes motivos. Entre ellos, las molestias ocasionadas por el deterioro de edificios y mobiliario urbano provocado por sus excrementos y el riesgo de zoonosis, ya que pueden ser vectores de diferentes enfermedades a las personas.
Para evitar estos y otros impactos negativos, se recurre a diferentes métodos de control como la instalación de dispositivos de exclusión. También se ponen en práctica medidas más drásticas como la captura y sacrificio de los ejemplares. Estas capturas son constantemente impugnadas por sectores animalistas, forzando a las administraciones a buscar soluciones alternativas que no al sacrificio.
De un tiempo a esta parte, muchos municipios han empezado a utilizar, o tienen previsto hacerlo en breve, productos quimioesterilizantes para reducir la población de palomas. El producto quimiesterilizante más utilizado es la nicarbazina. Se trata de un coccidioestático, un medicamento veterinario que, secundariamente, inhibe de forma temporal la producción de huevos en las aves. Existe gran controversia sobre este método.